20 diciembre 2016

Las relaciones de obediencia.

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Hay una clara diferencia entre lo que es la obediencia, y lo que es el respeto. El respeto es un acto de consideración con el otro, de estima, de profunda comunicación, que se da cuando nos relacionamos con el otro en un acto de libertad, en donde hay un intercambio. Hablo de cualquier relación con otro: persona, recursos naturales, animales, agua, aire. 


Respetamos a alguien por que le sentimos aprecio y porque realmente nos importa. El respeto es, por tanto, un acto de conciencia del otro como un ser igual a nosotros, que cumple funciones distintas en tiempos distintos, igual que nosotros. Y que en algunos momentos puede ser líder, en otros, persona que ejecuta, o pensador, o artista, no importa, o persona que sirve el café, o quien alza los muros de una construcción, o el gerente, o alguien que nos alimenta y a quien más adelante nuestras cenizas alimentará en medio de la cadena de alimentación. 

Siempre intervienen seres en nuestras relaciones. Seres que pueden ser humanos, o un humano y el animal que le ayuda a transportarse, o el animal que lo alimenta, o un animal y el agua, o el humano y el aire. Sólo que cada uno interviene con funciones claras que se intercambian para lograr bienes o cosas que necesitamos, siempre con el objetivo de vivir mejor todos los que estamos en relación. Este sería el ideal. Una de las frases que ha marcado mi vida, es aquella que vi en una plaza de Mar del Plata, en Argentina. “Solo respetando, nos hacemos respetables”. Y de ahí parte esta reflexión.

La primera relación que conocemos como seres humanos, y la más fundamental, ya que depende de ella nuestra supervivencia, es con nuestra madre. Ella nos sostiene, nos alimenta, y nos da todo lo que precisamos para vivir. Es por eso que tan pronto como nuestros pulmones se relacionan con el siguiente elemento fundamental, buscamos a ese ser que nos dio todo. Instintivamente el niño llora clamando el contacto con su madre. A partir de allí, el individuo comienza a relacionarse con su entorno, y va aprendiendo a sobrevivir, instintivamente. Si en su relacionamiento cercano recibe irrespeto, lo más seguro es que aprenda a irrespetar. Pero estas relaciones son interiores, no hay cómo verlas, no hay como medir o comprobar el respeto íntimo que tiene un ser por otro ser.

A partir de aquí, quiero estudiar una desviación del respeto, y es en la obediencia ciega, practicada por la relación de poder y sumisión, que se apoya en creer que un sistema es rígido, que es un dogma de vida, que así son las cosas, y por lo tanto no hay por qué cuestionar o intentar entender ese orden. Cuando un padre, o una madre, sólo por el simple hecho de su funcionalidad temporal, y el poder que tal función les otorga, abusan de su poder, pidiendo a su hijo que haga lo que ellos dicen, sólo porque ellos quieren, el respeto pasa a ser obediencia ciega. Muchas veces, el adulto se aprovecha de su posición y trata al niño como un súbdito que tiene que obedecer. Pero ojo, este mismo sentimiento se puede presentar en los niños, que encuentran mecanismos para aprovecharse de sus padres, y lograr de ellos todo lo que quieran. 

Ese mismo mecanismo de abuso del poder, en el que un fuerte se siente con la autoridad de imponerse sobre el otro, ha tenido un impacto que habla a gritos por los resultados actuales del planeta, sobre TODOS los seres que rodean al hombre: agua, aire, tierra, animales, minerales, vegetales. Ellos son súbditos al servicio del hombre y por lo tanto tienen que OBEDECER sus mandatos, y como no hablan, (eso creen la mayoría de los hombres), como sólo hay muy pocos que los defienden, y están desarticulados, como no son "poderosos", (aparentemente, eso es lo que creen quienes los dominan inconscientemente) entonces el ser humano se siente con el derecho de dictaminar las órdenes contra la naturaleza, poseerla, aprovecharse de ella para su beneficio, sin nisiquiera establecer una relación con ella, sin escucharla, sin entender sus ritmos, sin devolverle nada a cambio. Para mí, esto es una clara violación. Un crimen organizado, en donde las fábricas que contaminan, los dueños de carros que envenenan el aire, todos, somos cómplices de un crimen contra un ser silencioso llamado naturaleza. La estamos violando, la estamos sometiendo a nuestros más bajos placeres, arrebatándole su pureza, su entrega, la estamos sometiendo en una relación de sumisión y obediencia que es la misma que se establece desde nuestros hogares, pasando por los colegios, las universidades, las empresas, nuestros amigos, los medios publicitarios que nos ametrallan todo el tiempo con su información acomodada de la realidad. 

Ese mecanismo de obediencia se enseña inconscientemente en los colegios y en las universidades. “El profesor es el que manda en la sala de aula”. Hay alguien que sabe más, alguien a quien no se cuestiona, alguien que todo lo debe saber. 
¿Qué nos hemos creído? Como si el profesor no fuera también un ser que no sabe, que intenta construir todos los días conocimiento y comprensión de la vida. Como si el alumno no fuera un ser humano que también sabe, que tiene su propio conocimiento, su propia experiencia, y de quien uno tiene MUCHO por aprender. No se ve entonces la sala de aula como un espacio donde seres humanos están construyendo conocimiento y aprendizaje, sino un lugar en donde un líder llamado profesor impone sus leyes y obliga a los alumnos a cumplirlas sin atreverse a cuestionarlas. ¿Le sonó parecido a algo de nuestra sociedad? El individuo sale totalmente adoctrinado  y entrenado. Está listo para obedecer. Ya aprendió durante años que él será tratado bien, sólo si obedece. Y el respeto por aquí no existe. La relación que se establece es una relación de miedo, en donde si no obedezco soy expulsado, callado, sancionado o pierdo la recompensa. Y entonces surge una relación donde puede producirse fácilmente el odio, porque los dos seres humanos, alumno y profesor, jefe y empleado, esposo y esposa, padres e hijos, naturaleza y humano, somos seres luchando íntimamente por lograr no perder el poder del todo. ¿Qué nos queda por hacer? Ningún sistema educativo, social o económico, será realmente transformador, si los seres humanos no aprendemos a mirar el otro, sea quien sea, como un igual a nosotros, sólo con una funcionalidad temporal diferente a la nuestra.


Esto requiere un trabajo íntimo de observación de nosotros mismos en cada una de nuestras relaciones, ya que inconscientemente, en las relaciones que tenemos, en general establecemos es un vínculo de poder, obediencia y miedo, y no de colaboración, respeto y amor. Pero esta medida es íntima, es individual, y ello será reflejado en las sociedades que podamos construir de aquí en adelante.   Si el gobernante o el líder actúan de buena fe, no me pregunten por qué, pero el otro lo siente. Si por el contrario, actúa de mala fe, como una forma de manipulación de su poder, por la misma razón, el otro también lo sentirá.

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