15 diciembre 2016

La mochila del alma

Hernando soñó toda su vida con  conocer Grecia, y yo conocí su sueño desde siempre. Cuando era pequeño ese sueño parecía un imposible. En la adolescencia en eso ni se pensó, y cuando ya era un adulto, había que pensar en otras cosas. 

Pero los sueños están grabados en nuestra alma con tintas tan fuertes, que parecen vehículos que nos van conduciendo a través de la historia que está escrita por las norias en el libro de la vida.


Fue así como a sus 35 años, sus ojos se posaron en la inscripción del oráculo de Delfos para leer: “Te advierto, quien quiera que fueres, tú que deseas sondear los arcanos de la Naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los tesoros. Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses”Miró a su alrededor, contempló el cielo y a la vez cada una de las ruinas. Halló que algo no estaba bien. Por fin había alcanzado su sueño, y no era tal como se lo había imaginado. Un vacío en el estómago, una sensación de hambre, de querer más, ese sentimiento de no tener lo esperado en la justa medida.


Cuando volvió de su viaje, sentados en el sofá verde, tomando un café, contemplando el mismo paisaje que él había visto durante 35 años, pero esta vez con una mirada que me parecía diferente, me dijo: “Sabe una cosa, estando en Grecia me di cuenta que así esté en Colombia, en Grecia, en Rusia, en la Patagonia, en China o en la Conchinchina, lo que soy por dentro lo llevo conmigo, cargándolo dentro de una especie de mochila. Y que  por más que cambie de ciudad, de trabajo, de pareja, o de personas con las que me relaciono, la mochila la cargaré hasta que no aprenda a dejar las cosas mías que no le sirven a mi alma”.  

Un silencio largo y vacío provino después. El sol entraba en la sala y nos daba un calor especial. Terminamos el café, él salió a trabajar, y yo quedé mirando por la ventana. Yo ya no era la misma, algo había cambiado definitivamente en mí. 

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